La foto de la cárcel donde «viven» los presos del Metropolitan Detention Center (MDC) es deprimente, aunque no al extremo de lo que se pudiera ver en cualquier cárcel de Venezuela. Allí pernocta, por ahora, Hugo Carvajal, ex director de inteligencia del gobierno de Chávez y de Nicolás Maduro.
Su calabozo es un espacio minúsculo donde apenas cabe una litera de hierro y un baño pequeñísimo (también de hierro y con un eficiente diseño donde la poceta está adosada al lavamanos), todo esto encerrado detrás de una reja que luce impenetrable.
Considerado uno de los centros penitenciarios de máxima seguridad en Estados Unidos, el Metropolitan Detention Center ubicado en Brooklyn, alberga por ahora al noticioso Hugo «El pollo» Carvajal, cuyo juicio fue trasladado para noviembre próximo y, hasta entonces, deberá sufrir los rigores de la prisión.
Una cárcel que ha visto pasar tras sus rejas a delincuentes famosos como el hijo del mafioso Jhon Gotti, Joaquín el “Chapo” Guzmán o Daniel Rendón Herrera, fundador del llamado Clan del Golfo.
Un edificio de nueve pisos y capacidad para 1.600 presos, donde también estuvo por algún tiempo la tristemente célebre Ghislaine Maxwell, mujer del pedófilo Jeffrey Epstein.
Allí también están algunos acusados de terrorismo, como Mohamed Mahmood Alessa y Carlos “Omar” Eduardo Almonte, condenados por unirse al grupo Al Shabaab, ligado a Al Qaeda así como el exsecretario de Seguridad Publica de México, Genaro Garcia Luna, acusado de recibir multimillonarios sobornos del Cartel de Sinaloa.
Toda una vecindad nada envidiable con quien deberá relacionarse el «pollo» Carvajal en caso de que sea condenado en el juicio que se le seguirá a finales de este año.
Aunque a diferencia de las cárceles del Tercer Mundo – como algunos califican al MDC-, aquí hay medidas estrictas como levantarse a las 6 de la mañana y participar obligatoriamente en las comidas y en el trabajo que se le asigne a cada quien.
Pero si no cumplen con el trabajo, serán sometidos a medidas disciplinarias.
Cada día los presos deben hacer su cama, barrer y trapear la celda y sacar la basura.
Y si bien los presos tienen derecho a comprar merienda o comida, artículos de higiene y hasta el tipo de ropa permitida en las instalaciones, como franelas o sandalias, la compra no puede exceder lo que exigen las autoridades.
Un pollo puede costar 6 dólares, un café colombiano 4 dólares y un jabón casi 2.
También tienen acceso a medicinas comunes (alergias, multivitamínicos, etc) pero el dinero para adquirir todo eso lo deben recibir mediante correo, un trámite obligatorio que impide que manejen efectivo.
Para las visitas se permiten solamente familiares cercanos, los abogados y un máximo de 10 amigos, todos los cuales deben solicitar cita a través del portal del centro de detención, solicitud que también debe aprobar el detenido.
Estas visitas son calculadas en cuatro horas por mes y los visitantes deben cumplir con un código de vestimenta bastante estricto: no sombreros, ni faldas cortas, ni shorts.
Tampoco leggins ni ropa ajustada y menos aún ropa de kaki o militar que pueda confundir al visitante con algún preso.
En fin, que nada bien la debe estar pasando el hombre que fuera casi mano derecha de Hugo Chávez, el ex diplomático rescatado por el régimen de Nicolás Maduro y recibido en Caracas como un héroe.
La duda, de aquí a noviembre, es si el «pollo» sabe lo suficiente como para negociar su pena y pasar menos años en ese infierno que parece un paraíso al lado del Penal de Tocorón.
El Cooperante /Elizabeth Fuentes