Su padre fue paseado en un camión con un letrero de «elemento anti-Partido» colgando del cuello durante la Revolución Cultural (1966-76), y él mismo enviado a trabajar en el campo cuando era estudiante.
Pero ni tal humillación ni esos horrores del pasado han impedido que el presidente de China, Xi Jinping, recupere las viejas purgas al estilo de Mao.
Así se ha visto con la misteriosa desaparición y destitución del ministro de Exteriores chino, Qin Gang, de las que todavía no hay ninguna explicación oficial.
En octubre del año pasado, ya se revivieron las antiguas purgas maoístas con la ruda expulsión del expresidente Hu Jintao del XX Congreso del Partido Comunista, en el que Xi se perpetuó en el poder.
En unas imágenes que dieron la vuelta al mundo, retratadas con todo detalle por una secuencia de fotos de ABC, Hu fue sacado a la fuerza del Gran Palacio del Pueblo de Pekín por orden de Xi Jinping mientras los casi 2.300 delegados allí presentes tragaban saliva.
Casi mes y medio después, Hu Jintao asistió con el resto de dirigentes a la incineración del expresidente Jiang Zemin, pero estuvo acompañado en todo momento por el guardaespaldas de Xi Jinping que lo sacó a rastras del Congreso y no participó al día siguiente en el funeral.
Desde entonces, no se le ha vuelto a ver en público y no se sabe nada sobre su estado de salud ni su paradero.
Tras la caída del exministro Qin Gang, el periódico de Hong Kong «South China Morning Post» informaba esta semana de la investigación a tres generales de la fuerza de misiles del Ejército Popular de Liberación, incluidos los nucleares.
Aunque el régimen no ha hecho todavía ningún anuncio sobre ellos, el rotativo hongkonés publica citando dos fuentes que están siendo interrogados por corrupción.
Se desconoce el paradero de Qin Gang, considerado un protegido de Xi, mientras el secretismo de las autoridades dispara los rumores sobre un problema de salud hasta una purga
Usada cada vez con más frecuencia desde que Xi Jinping tomó el poder en 2012, esa ha sido hasta ahora la principal razón esgrimida para las purgas en China.
Aunque dichas purgas son inherentes a los regímenes autoritarios, y especialmente a los comunistas, no todas son iguales.
En la extinta Unión Soviética, desataron un baño de sangre durante el Gran Terror de Stalin. Y en Corea del Norte fue escalofriante la detención de Jang Song-thaek, tío del dictador Kim Jong-un, en plena reunión de su cúpula, debidamente emitida por televisión para asustar al pueblo antes de su ejecución.
En China, las purgas fueron una constante durante la época de Mao Zedong, quien las usó repetidamente para acabar con las voces disidentes en el Movimiento de las 100 Flores (1956-57) y con la oposición dentro del Partido Comunista en la Campaña Antiderechista (1957-59).
Con el fin de librarse de su responsabilidad en la Gran Hambruna que trajo su catastrófico Gran Salto Adelante (1958-62), que dejó hasta 45 millones de muertos según el prestigioso historiador Frank Dikötter, Mao purgó a sus más estrechos colaboradores durante el caos de la Revolución Cultural (1966-76).
Además del padre de Xi Jinping, entre ellos destacan su primer ministro, Zhou Enlai, y Deng Xiaoping, quien luego abrió el país al capitalismo tras tomar el poder después de la muerte del Gran Timonel.
En aquella época, la cárcel, el ostracismo o incluso la muerte acechaban a los más altos cargos del régimen. Incluso al mariscal Lin Biao, quien había forjado el culto a la personalidad de Mao y se postulaba como su sucesor, pero falleció en un oscuro accidente de avión en Mongolia en 1971 cuando, según la propaganda del régimen, trataba de huir a Rusia después de haber intentado un golpe de Estado.
Con Deng Xiaoping ya en el poder, en 1989 fue purgado el entonces primer ministro, el reformista Zhao Ziyang, por oponerse a la represión militar contra las protestas de Tiananmén.
Pasó el resto de sus días bajo arresto domiciliario hasta su muerte en 2005.
Durante la última década, la campaña anticorrupción puesta en marcha por Xi Jinping ha purgado a casi cinco millones de funcionarios y cuadros del Partido Comunista en China.
Entre ellos destacan unos 500 funcionarios de la administración central, de los que más de un centenar trabajaban a nivel provincial y ministerial.
El último, condenado a cadena perpetua esta misma semana por aceptar sobornos por valor de 182 millones de yuanes (23 millones de euros), ha sido Zhou Jiangyong, secretario del Partido Comunista en la ciudad industrial de Hangzhou, sede de importantes empresas tecnológicas como el gigante Alibaba de Jack Ma.
El año pasado, apenas un mes antes del XX Congreso del Partido Comunista, fueron condenados a muerte por corrupción, pero con la pena suspendida por cadena perpetua, el que fuera ministro de Justicia entre 2018 y 2020, Fu Zhenghua, y algunos de sus colaboradores, como el viceministro Sun Lijun.
Tras tomar el poder en medio del escándalo del exministro de Comercio Bo Xilai, cuya esposa fue condenada por envenenar al socio británico que les ayudaba a sacar su fortuna de China, Xi Jinping se ha deshecho de la Vieja Guardia de su antecesor.
Junto al todopoderoso Zhou Yongkang, responsable de la Seguridad del Estado con Hu Jintao, cayeron su mano derecha, Ling Jihua, y dos generales de la cúpula militar, Xu Caihou y Guo Boxiong.
La purga a Zhou Yongkang supuso el procesamiento contra el más alto dirigente político de China desde el juicio a la mujer de Mao, Jiang Qing, y la Banda de los Cuatro por los desmanes de la Revolución Cultural.
Violación de la disciplina
A la espera de saber si el hasta ahora titular de Exteriores, Qin Gang, es procesado por «violación de la disciplina», eufemismo del régimen para llamar a la corrupción, su caída en desgracia abre nuevos interrogantes sobre Xi Jinping y afecta a su imagen internacional.
«Como en la política prima la previsibilidad, nos preocupa que pueda haber cambios de rumbo inesperados», reconocen fuentes diplomáticas de países vecinos.
No se sabe si Qin Gang ha caído por su relación extramarital con una indiscreta presentadora de televisión, con la que tendría un hijo, o por haber desvelado algún secreto por su cercanía a Estados Unidos, donde fue embajador durante año y medio.
Pero lo que está claro es que detrás de su ascenso meteórico estaba Xi Jinping, de quien fue traductor personal cuando Trump visitó Pekín en 2017.
Aunque el régimen intente ahora borrar las referencias a Qin Gang, para la historia quedarán sus fotos con Xi y el matrimonio Trump en la Ciudad Prohibida.
Tras el creciente enfrentamiento entre China y Occidente por la pandemia de Covid y la guerra de Ucrania, la misión de Qin Gang era acabar con la diplomacia de los «lobos guerreros» y reconciliar a Pekín con EE.UU. y la Unión Europea.
Pero su misteriosa purga al viejo estilo de Mao no solo mete más miedo dentro del régimen, sino que despierta preocupación en el resto del mundo.
ABC de España