Un motín en la cárcel de Tocorón, en 2010, llevó a las autoridades a allanar la prisión y, sorpresa!, se encontraron que dentro funcionaba la Discoteca Tokio, varios restaurantes, tres bares, tres campos de peleas de gallos, una operación ilegal de apuestas de carreras de caballos y hasta un circuito de motocross.
Clausuraron todo, pero al año y medio después, no solo la discoteca volvía a funcionar sino, como nos hemos cansado de leer, en 13 años se construyó allí un imperio delincuencial que hoy mantiene en asombro a la mayoría de los países de la región.
Porque la información sobre el allanamiento y supuesto desmembramiento de la red mafiosa que operaba en esta cárcel, si bien ha sido diseminada en todos los medios de los países donde ha emigrado El Tren de Aragua -Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Chile-, lo cierto es que lo que han destacado son las condiciones de privilegio en que vivían los reos y sus familias.
Una realidad imposible de ocultar porque, en 2012, el periodista Francisco Toro publicó un reportaje en The New Times, donde revelaba buena parte de lo que allí sucedía, narrando incluso una celebración del Día de las Madres de ese año, donde hubo conciertos de cantantes de Puerto Rico y Colombia y en la fiesta hubo rifas de lavadoras y televisores HD de 42 pulgadas.
«La fiesta, que duró todo el fin de semana, costó aproximadamente 93.000 dólares y atrajo a unas 5.000 personas, según un informe publicado en el diario caraqueño El Universal», escribió Toro.
«Tocorón está tan abarrotado como cualquier prisión venezolana habitual: fue construida para 900 reclusos y ahora alberga a 3.920. Pero se podría decir que ha sido bendecido con el liderazgo de un “pran” emprendedor (como se conoce a los líderes de las pandillas carcelarias), un joven de 25 años a quien le gusta que lo llamen El Niño Guerrero.»
Desde entonces, Guerrero era el pran que administraba Tocorón y cobraba a los reclusos entre 12 y 25 dólares por semana, a cambio de servicio de protección. El resto – armas, drogas, celulares- tenían un costo adicional.
Una multiplicación simple totalizaría las ganancias mínimas de Guerrero en 5 millones 300 mil dólares anuales, solo por ese «servicio» a los reos en aquel entonces. Sin contar secuestros, robos, tráfico de drogas y las transacciones con bitcoins